Hoy inicio una serie de posts en la que iré proponiendo sugerencias para aplicar dentro de las organizaciones encamindadas a mejorar los procesos de innovación y en definitiva a mejorar la innovación y el grado de creatividad. Serán por lo general recomendaciones generales que deberán ser adaptadas a la idiosincrasia de cada una de las organizaciones.
En el último post hablábamos de la importancia de definir, de una manera clara, una estrategia de innovación para que esta sirva de guía y de punto de referencia. Sin un adecuado planteamiento de la misma, no será posible establecer un rumbo ni hacer los ajustes pertinentes para alcanzar nuestros objetivos. Es decir, sin ella, nos encontraremos perdidos y a merced de las posibles ideas ingeniosas que puedan ser generadas de forma aleatoria. Haciendo un símil náutico podríamos decir que una estrategia de innovación es la carta de navegación que nos permitirá en un momento dado realizar los ajustes necesarios para alcanzar nuestro destino y que nos servirá de mapa para poder alcanzarlo.
Hoy vamos a tratar de un aspecto clave a definir en la estrategia, estamos hablando de la manera en cómo alimentamos nuestro embudo de innovación. Es decir cuántas ideas queremos generar dentro de la organización y cuantas queremos tener de fuera. Este es un aspecto fundamental a la hora de definir nuestra estrategia, puesto que dependiendo de la proporción definida tendremos que orientar nuestros esfuerzos a buscar fuentes de innovación en otras organizaciones, grupos de investigación, etc. o a generarlas dentro de nuestra organización.
Una de las primeras conclusiones que podemos alcanzar cuando nos planteamos este asunto es que la entrada a nuestro embudo de innovación, es decir la entrada a todo el proceso a partir del cual tomaremos decisiones sobre que ideas desarrollar y por tanto que avanzarán a lo largo del tiempo en forma de proyectos hasta idealmente alcanzar al mercado, no tiene porque restringirse a ideas generadas internamente. Tenemos que intentar desprendernos de la idea de que lo que está inventado o concebido dentro de nuestras organizaciones es lo mejor que ese puede encontrar y que todo lo que viene de fuera no es adecuado.
Mucho se habla del paradigma de innovación abierta, pero se tiene que articular los mecanismos adecuados para que las posibles ideas que se generan en nuestro ecosistema puedan llegar en un momento determinado a formar parte del proceso de decisión de que proyectos atacar a lo largo del tiempo dándonos una ventaja competitiva. Esto no es un problema de estrategia, es un problema de definición de los procesos adecuados para que la estrategia pueda llevarse a cabo.
Por lo tanto si tenemos en consideración este aspecto de definición de porcentajes de ideas que tienen que venir de fuera de nuestra organización y de ideas que tienen que venir de dentro, llegaremos a la conclusión de que necesitamos un proceso de decisión que pueda tener en cuenta ambas entradas. Por lo tanto estaremos en las puertas de empezar a implementar una verdadera estrategia de innovación abierta en nuestra organización.
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